viernes, 29 de marzo de 2013

La Séptima Cara

¡Buenas! Estoy escribiendo algunos relatos para practicar mi escritura, y ya que estamos puedes leerlos y decirme lo que te parezca, acepto cualquier crítica, comentario o insulto interesante. Y por supuesto, si te gusta me harías un gran favor pasándoselo a tus amigos.

Cada imagen te llevará a un capitulo distinto del cuento "La Séptima Cara", ambientado en el siglo XVII, trata sobre un hombre que ha olvidado su pasado, no tiene a nada ni a nadie, pero vais a ver la que lía ;). Soldados, romances, perros, monstruos, niños y personajes jodidamente locos te esperan.

¡Espero que te divierta tanto leerlos como a mi escribirlos! Have fun!




"Los hombres corrían zigzagueando y tropezándose en la arena 
mientras el recién despertado huía a paso lento, pero seguro, 
hacia un pequeño bote que descansaba sobre la arena, 
la adrenalina recorría sus venas y consiguió alcanzar el bote a tiempo, 
entre tanto la pareja luchaba contra la resbaladiza arena 
que para ellos no dejaba de dar vueltas y hacerles caer.[...]"




"Inexplicablemente el guardia se negaba
rotundamente a abrir las puertas. 
Al parecer no estaba bien visto 
que un perro y su amo desnudo pasearan por la ciudad."


"El perro canela correteaba delante de ellos
sacando la lengua y babeando, es poco interesante, pero me gustan los perros, 
además seguro que hace algo a lo largo de la historia."



"Nunca me cansaré de ver como el pasado
lanza un dado de seis caras al aire y,
 por una caótica casualidad, 
el futuro muestra una séptima."



 "Las gotas de lluvia resonaban en la madera

 y la oscuridad de la noche parecía casi palpable, 
no voy a decir que nuestro valiente protagonista no tuviera miedo, 
pero yo, personalmente, estando en una casa así, 
habría salido corriendo antes que ponerme a explorar habitación por habitación, 
pero bueno, no nos distraigamos."

lunes, 11 de marzo de 2013

Poder oler tu miedo


La noche ya estaba muy avanzada, nuestro protagonista debía darse prisa por encontrar al niño.
La oscuridad a penas permitía distinguir las casuchas que plagaban las calles, pero avanzando con decisión y una antorcha, el olvidadizo buscador ignoraba el cúmulo de nubes grises que se arremolinaba sobre la ciudad, se avecinaba una tormenta.

Justo cuando empezaban a caer las primeras gotas, llegó al sitio indicado, una casa de madera con varias plantas se erguía ante él.
La puerta entreabierta se mecía por el viento, golpeando bruscamente el marco de la puerta constantemente.
Iluminando con su antorcha, empujó con cuidado la puerta y avanzó por el oscuro recibidor.
Las gotas de lluvia resonaban en la madera y la oscuridad de la noche parecía casi palpable, no voy a decir que nuestro valiente protagonista no tuviera miedo, pero yo, personalmente, estando en una casa así, habría salido corriendo antes que ponerme a explorar habitación por habitación, pero bueno, no nos distraigamos.
Mientras escrutaba con detenimiento cada rincón de la primera planta, se escucharon unos pasos corretear en el piso de arriba, ahí estaba.

Sin pararse a pensar, subió las escaleras antorcha en mano. Llegó a un pasillo con montones de puertas a los lados y, al final, una habitación abierta.
Entró en ella. Cama, mesa, armario donde posiblemente se escondiera el niño, una estantería, la fuerte lluvia acosando la madera… todo normal, e inquietante.
Antes de comprobar el armario, se acercó a la ventana por curiosidad y miró fuera.
En ese preciso instante, un relámpago iluminó la calle entera, dejando ver una oscura silueta en la que se distinguían, desde la ventana, dos ojos rojos como la sangre. Observando directamente la ventana.


Rápido como el rallo fue al armario y abrió las puertas, del mismo salió escopetado un muchacho rubio que ya corría por el pasillo.
-¡Quieto! ¡Hay “algo” ahí fuera!
Ignorándole el niño fue a bajar las escaleras, pero antes de dar un paso más, el sonido de la puerta principal abriéndose bruscamente y “algo” que corría como un poseído por la planta de abajo, le hizo dar la vuelta para volver a la habitación.

En un par de segundos héroe y chaval se encontraban escondidos en el armario, en completo silencio.
Algo estaba entrando en la habitación, dando pasos lentos y pesados como si de las pezuñas de un caballo se tratase.
Animado por una irónica inteligencia, el niño abrió un pelín la puerta del armario para ver por una rendija lo que ocurría.

En la oscuridad, iluminado por constantes relámpagos, pudo apreciar lo que parecía un enorme hombre con una capa negra y rasgada cubriendo su espalda, dos hombreras metálicas descansabas sobre sus hombros.
Poco a poco fue girando la cabeza dejando ver su rostro envejecido, con una barba mal cuidada y el vaho saliendo de los colmillos de su amplia sonrisa.

Esos ojos completamente rojos se clavaron en la rendija del armario, ¿Sabía que estaban ahí?
Un par de pasos y aquel hombre de imponente armadura medieval ya estaría abriendo el armario. Pero por pura casualidad, un ruido en otra habitación llamó su atención y salió corriendo como un lobo tras su presa.
Sin saber cómo, los cerebros de los del armario se pusieron de acuerdo para esperar unos segundos y salir disparados escaleras abajo.

Justo cuando iban a salir de la casa, escucharon la ventana de arriba rompiéndose y la oscura silueta cayó sin problemas en medio de la calle.
Antes de que se girara para verles, se escondieron junto al marco de la puerta.
Portando una alargada espada en sus manos, entró el hombre de nuevo.
-Poder oler tu miedo, prometer no dañar…- Dijo con una voz de ultratumba.
El destino tiró los dados, y la suerte hizo que al entrar en la casa no mirara a un lado para verles claramente, sino que le hizo avanzar por el recibidor y perderse en la cocina.
Era el momento, salieron corriendo de nuevo. Estando fuera, nuestro protagonista agarró con fuerza la mano del niño para evitar que se escapara, y avanzando por las oscuras y tormentosas callejuelas ignoraron el grito colérico que salía de la casa.

Cuando empezaban a verse los primeros rayos de luz, todavía sin amanecer, llegaron a la tienda del Búho, por supuesto, tropezándose una y otra vez con las cortinas de la entrada.
Nuestro héroe lanzó al niño dentro de la habitación. Pero, cuando se fijó, se dio cuenta de que en lugar de la bella joven de horas antes, ahora había un señor de piel oscura y largas rastas tumbado en la almohada, delante del búho.
-¿No está el Búho?- Preguntó el héroe buscando a la chica.
-¿No está?- Respondió el viejo mirando a sus lados preocupado.
-Antes he hablado con una chica…
-¡Ah! ¡No me asustes de ese modo!- Dijo mientras inhalaba el humo afrutado de su pipa.
-He traído al niño que me pidió, tengo que hablar con ella.
-¿Con ella o con el Búho?
-¿Ella no es el Búho?
-Veo que no eres muy observador, el Búho sigue aquí, ¿Quieres algo de beber?.
-No, quiero respuestas.
-Muy bien, entonces que hable el niño.
-¡Vais a matarme!- Acto seguido el chaval salió disparado pro las cortinas, sin embargo, algo le impidió salir.
Justo cuando nuestro protagonista iba a salir tras él, entró un hombre alto y robusto, de armadura y capa negra, portando en una mano la espada y en otra al niño.
-Hindemburg haber vuelto.

domingo, 3 de marzo de 2013

El Búho



Así pues, despidiéndose del leñador nuestra historia se adentra en la oscuridad de la noche. Recorriendo callejuelas mal adoquinadas llegó al mercado, alumbrado a penas por unas pocas lámparas de aceite pudo distinguir una casucha con una tenue luz en su interior.
A falta de una puerta, la tienda tenía montones de cortinas que estorbaban de sobremanera al que quería pasar.

A medida que avanzaba entre las telas, iba percibiendo un olor extraño, algo afrutado quizás.
Por fin pasó la última cortina, y pisando una de las muchas alfombras y cojines que poblaban la acogedora habitación, se paró a contemplar la joven mujer que yacía sobre una enorme almohada, relajada, sujetando una alargada pipa coronada por una columna de humo.

Tras ella, un misterioso búho de pardos colores permanecía impasible con la mirada fija en el visitante.
-Bienvenido hermano, ponte cómodo.- Saludaba la joven mientras respiraba el humo afrutado.

El visitante miró a su lado buscando un sitio apropiado, pero lo cierto es que todo parecía un asiento agradable, hasta el propio búho con sus esplendorosas plumas parecía cómodo.
-¿Eres tú “El Búho”?- Dijo ya sentado en un cojín.
-¿Yo?- Preguntó la chica mirando a su alrededor.
-Sí.
-Sí, supongo que sí, ¿Quieres beber algo?
-Tengo preguntas que hacerte, ¿Sabes algo de personas que pierden la memoria?
-Veo tensión en tus palabras, ¿Quieres?- Dijo ofreciéndole su pipa.
-No gracias, necesito respuestas…
-Respuestas… ¿Para qué?
-Para saber quién me ha dejado sin pasado.
-Sin pasado… interesante… ¿Alguien te lo ha quitado?
-Sí, debo encontrarle.
-Para encontrar primero hay que saber lo que buscar.
-Busco alguien capaz de arrebatar los recuerdos.
-Entonces no buscas tus recuerdos, sino venganza…
-No, sí, no, busco mis recuerdos, ¡Pero para ello debo encontrar al que me los quitó!
-¿Y dónde crees que los guarda?- Planteó la chica mirando relajada la infinitud del techo.
-¿Cómo que dónde los guarda?
-Si ese alguien te los ha robado, entonces los tendrá escondidos ¿No?
-No los puede tener guardados, ¡No son objetos!
-¿Entonces te ha robado algo que no puede guardar?
-Sí, supongo.
-¿Y dónde los tenías guardados?
-¿Cómo voy a guardar un recuerdo?
-¿O sea que te han robado algo que ni tu ni el ladrón podéis guardar?
-¿Qué insinúas?
-¿Puedes quitarle algo a alguien que no tiene ese algo?
-¿Quieres decir que nadie me lo ha robado?
- Quiero decir que si lo ha robado, lo tendrá guardado.- Afirmó la mujer satisfecha por su propia conclusión.
-¡No se puede guardar el pasado, no es un objeto!- Sentenció nuestro nervioso y liado protagonista.
-Entonces buscas algo que nadie puede tener, pero que se puede robar…
-No te entiendo del todo, pero creo que sí.
-Si nadie puede tenerlo, entonces tú nunca lo has tenido.
-Claro que lo he tenido, sino no estaría buscándolo.
-¿Buscas algo que no tienes, no puedes guardar, te han quitado y que supones que tuviste?
-Exacto, supongo.- Respondió dudando.

Dejando la pipa a un lado, la chica se incorporó en su asiento cruzando las piernas a la vez que el búho estiraba sus alas.
-Bueno, todos en esta vida perseguimos metas y sueños imposibles, tu no ibas a ser menos.
-Si fuera imposible, no estaría buscándolo, ¿No crees?
-¿Acaso no te parece imposible encontrar algo que nadie tiene ni puede tener?
-Bueno Búho, si no quieres ayudarme no lo hagas, cuando lo encuentre vendré a recordarte la diferencia entre lo posible y lo imposible.- Respondió decidido levantándose de su cojín.


Volviéndose a recostar en su almohada la chiquilla respondió:
-Nada más alejado de la realidad, claro que te voy a ayudar, nunca me cansaré de ver como el pasado lanza un dado de seis caras al aire y, por una caótica casualidad, el futuro muestra una séptima.
-Bonita metáfora, ¿Cómo piensas ayudarme?
-La ciudad lleva días revolucionada por un visitante que nadie sabe quién es, excepto un niño huérfano.
-¿Y qué ocurre?
-El gobernador está moviendo la Guardia de la Ciudad en su busca. Veo miedo en sus acciones.
-¿Miedo de alguien que nadie conoce?
-Curioso, ¿Verdad?, normalmente no pasaría nada por un extranjero, pero está pasando algo, lo cual despierta infinitamente mi curiosidad.
-Encontraré al niño, espero que después me ayudes.
Y tras darle unas indicaciones para hallar al niño, la joven se despidió:
-Y recuerda que no eres el único que busca la séptima cara del dado, encuentra al niño antes del amanecer.

Dando una calada a su pipa, la bella joven se despidió con una gran sonrisa, de las que te enamoras y desconfías por igual.


miércoles, 27 de febrero de 2013

El Leñador



No me gustaría aburrirte con anécdotas poco sustanciales, así que resumiré lo ocurrido diciendo que la pareja de leñadores pasaron unos días en el bosque talando y cargando troncos en la carretilla. Así estuvieron un tiempo hasta que un buen día, volviendo cargados de madera…

-Bueno, pues tu trabajo conmigo ha acabado, puedes quedarte la ropa prestada y te daré algo de plata por la ayuda, ¡no la malgastes!

-Gracias compañero, ¿Conoces alguien que pueda ayudarme con lo mío?
Tras pensar unos segundos, el leñador respondió.

-La verdad es que si vas por ahí preguntando a la gente por tu pasado lo más seguro es que acabes muerto, o en el calabozo.

-Entonces, ¿Qué propones?

-Buscar un trabajo y construirte un futuro, a veces tenemos que dejar ir al pasado.

-Debo encontrar al que me hizo esto…

-¿Venganza es lo que buscas? – Preguntaba el leñador mientras apilaba los troncos.

-Está claro que el que me dejó allí me quería muerto.

El perro canela correteaba delante de ellos sacando la lengua y babeando, es poco interesante, pero me gustan los perros, además seguro que hace algo a lo largo de la historia.
Secándose el sudor de la frente, el grandullón suspiró y respondió a nuestro olvidadizo amigo.

-Está bien hermano, supongo que no soy quién para juzgarte o detenerte, ve a ver a mi amigo “El Búho”.

-¿Sabrá algo de mi pasado?

-Seguramente no, pero no tienes muchas opciones.

-Siempre hay opciones amigo mío, ¡Sobre todo para alguien que no sabe dónde ir!

-Me gusta tu manera de pensar, le caerás bien a ese chiflado.- Contestó el leñador entre risas.

-Que bien me cae la gente que me recomienda ir a ver amigos chiflados que seguramente no sepan nada.- Respondió nuestro protagonista colocando el último tronco.

-¡Tu ironía y mi hacha empezarán a llevarse bien y no mueves el culo!

-Tranquilo gorila, es hora de irme. ¡Nos vemos!

-¡Buena suerte! Por cierto, encontrarás la tienda del Búho en el mercado, ¡Es la única tienda abierta por la noche!

domingo, 10 de febrero de 2013

Una mala borrachera quizás


Decidido a saber quién le había dado por muerto en esa cueva, nuestro protagonista embarcó de nuevo y remó y volvió a remar hasta alcanzar la playa que cubría el horizonte.
Aunque él no lo recordaba, ya había estado ahí, el olvido había borrado cualquier rastro de memoria anterior al despertar de la cueva. Sin pistas, sin ropa, con un solo objetivo, aquí empieza la aventura de nuestro amnésico protagonista.


Recorriendo la playa con la mirada, pudo distinguir un perrito de color claro y agradable, sentado en la arena. Era extraño, el sabueso movía la cola entretenido observando una piedra, una simple y solitaria piedra.

Nuestro hombre también se acercó a mirar la piedra interesado, sinceramente, como tú, me gustaría saber qué tenía esa piedra o qué tornillo andaba suelto en el cerebro de ambos, pero prefiero saltar directamente a lo interesante.

Inexplicablemente el guardia se negaba rotundamente a abrir las puertas. Al parecer no estaba bien visto que un perro y su amo desnudo pasearan por la ciudad.

-He dicho que no voy a abrir y no voy a abrir ¿Te queda claro?
-Me queda claro maldito calvo, ahora dime donde voy a conseguir ropa si no me dejas pasar.
-¿Maldito calvo? Vuelve a la cloaca en la que te enseñaron esos modales antes de que acabe contigo.
-No se de dónde vengo, solo recuerdo haberme despertado en una cueva.
-Vaya perdona, parece que en algún momento te he hecho pensar que me importa algo tu vida, lárgate.
-Creo que eres tu el que no me ha entendido, no tengo nada que hacer excepto pasar por esa puerta. Así que esperaré hasta que me abras.- Y se sentó cómodamente en el suelo arenoso.

Pasado un rato largo, apareció por el camino un leñador de espalda ancha y brazos musculosos, lo típico. Detuvo su carretilla junto al protagonista.

-¿Qué haces ahí tirado?
-Solo estoy haciendo tiempo, ya que no me deja pasar.
-No puedo autorizar el paso a gente sin ropa, órdenes del gobernador.- Replicó el guardia.
-¿Y de dónde va a sacar la ropa si no puede entrar?
-No es mi problema, solo hago mi trabajo.
-¿De dónde dices que vienes?- Preguntó interesado el leñador.
-Desperté ayer en una cueva sin recordar nada.
-Una mala borrachera quizás.- Añadió el guardia.

El forzudo giró pensativo hacia el guardia.
-No es el primero que aparece así, ¿Verdad?
-¿A qué te refieres?- El guardia cruzó los brazos incómodo.
-No recuerdas hace unos años…
-No recuerdo nada, ambos sabemos lo que esto significa.
-Ya, a nadie le gusta la gente sin pasado.
-¿Qué estáis diciendo?- Dijo el nudista amnésico mientras se levantaba.
Guardia y leñador se miraron en silencio.
-La gente de aquí no se acerca a los que son como tú.
-¿Negro?
-¿Cómo que negro? ¿Qué clase de persona temería un color? Yo hablo de tu pasado, lo que temen es que no lo tengas, o más bien quién te lo quitó, o porqué te lo quitó.
El guardia escuchaba mirando hacia otro lado.
-¿Y eso por qué?
-Nunca lo he sabido, tampoco me preocupa. Vas a tener que inventarte un pasado si quieres estar por aquí.
-También necesitaré ropa…
-Está bien, me has convencido, deja de insistir. No se porqué pero me caes bien. Yo te daré un pasado y ropa, pero tendrás que trabajar para mí talando arboles.
-¿Y por qué tu no me temes?

-Porque tengo un hacha.
-Trato hecho entonces.

lunes, 4 de febrero de 2013

El Despertar


Abrió los ojos lentamente, a penas conseguía ver sus oscuras manos en el interior de aquella cueva. En la más absoluta oscuridad en la que se hallaba, atisbó un débil haz de luz al final del túnel, como pudo se arrastró entre las mohosas piedras que poblaban el suelo, no le importaban los arañazos que se hacía ni el interrogante dolor que cubría todo su cuerpo. Sólo le importaba salir al exterior.

La tenue luz de la avanzada tarde devolvió algo de fuerza a nuestro protagonista, con esfuerzo y paciencia consiguió mantenerse en pie y comenzó a arrastrar los pies hacia la corta playa que había frente a él.
Al acercarse, se dio cuenta de dos siluetas que deambulaban alrededor de una hoguera botella en mano y dando gritos. Mientras se acercaba a ellos se dio cuenta de que sin ropa, y en las condiciones en las que se hallaba sería complicado hablar amigablemente con ellos, además estos podrían ser los responsables de su despertar en la cueva. Así, decidió dar media vuelta y buscar otro sitio al que ir, pero era demasiado tarde.
-¡Eh tu…! ¡Hip! – Gritó una de las embriagadas siluetas que se divisaban en la orilla.

Rápidamente intentó reaccionar e hizo un intento de huir a toda prisa mientras sendos borrachos corrían botella en mano hacia su objetivo. Sin embargo, lejos de su alcanzar su meta, los hombres corrían zigzagueando y tropezándose en la arena mientras el recién despertado huía a paso lento, pero seguro, hacia un pequeño bote que descansaba sobre la arena, la adrenalina recorría sus venas y consiguió alcanzar el bote a tiempo, entre tanto la pareja luchaba contra la resbaladiza arena que para ellos no dejaba de dar vueltas y hacerles caer. Tiró del bote hacia la orilla con toda la fuerza que manaba de sus cansados músculos.

El agua ya acariciaba la deteriorada madera del barquito y los remos se movían sin prisa avanzando hacia una diminuta isla con una palmera que parecía flotar sobre el mar, estaba realmente cerca, pero las condiciones en las que se hallaba dificultaban enormemente la tarea, cada remada le costaba fuertes pinchazos en los hombros, pero él no se detenía.
Se lanzó fuera del bote en cuanto la punta de este hubo tocado el suelo de la isla. Tumbado en la arena mientras el suave viento soplaba cada centímetro de su piel y cada músculo le daba las gracias por haberse detenido acabó sumido en un profundo y reparador sueño para el mañana que le esperaba, un sinfín de dudas y preguntas sin respuesta le asaltarían.
Pero no te preocupes, antes de ir tras ellas nuestro protagonista debe descansar un poco, ¿No crees?