-Bueno, pues tu trabajo conmigo ha acabado, puedes quedarte la ropa prestada y te daré algo de plata por la ayuda, ¡no la malgastes!
-Gracias compañero, ¿Conoces alguien que pueda ayudarme con lo mío?
Tras pensar unos segundos, el leñador respondió.
-La verdad es que si vas por ahí preguntando a la gente por tu pasado lo más seguro es que acabes muerto, o en el calabozo.
-Entonces, ¿Qué propones?
-Buscar un trabajo y construirte un futuro, a veces tenemos que dejar ir al pasado.
-Debo encontrar al que me hizo esto…
-¿Venganza es lo que buscas? – Preguntaba el leñador mientras apilaba los troncos.
-Está claro que el que me dejó allí me quería muerto.
El perro canela correteaba delante de ellos sacando la lengua y babeando, es poco interesante, pero me gustan los perros, además seguro que hace algo a lo largo de la historia.
Secándose el sudor de la frente, el grandullón suspiró y respondió a nuestro olvidadizo amigo.
-Está bien hermano, supongo que no soy quién para juzgarte o detenerte, ve a ver a mi amigo “El Búho”.
-¿Sabrá algo de mi pasado?
-Seguramente no, pero no tienes muchas opciones.
-Siempre hay opciones amigo mío, ¡Sobre todo para alguien que no sabe dónde ir!
-Me gusta tu manera de pensar, le caerás bien a ese chiflado.- Contestó el leñador entre risas.
-Que bien me cae la gente que me recomienda ir a ver amigos chiflados que seguramente no sepan nada.- Respondió nuestro protagonista colocando el último tronco.
-¡Tu ironía y mi hacha empezarán a llevarse bien y no mueves el culo!
-Tranquilo gorila, es hora de irme. ¡Nos vemos!
-¡Buena suerte! Por cierto, encontrarás la tienda del Búho en el mercado, ¡Es la única tienda abierta por la noche!
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