lunes, 4 de febrero de 2013

El Despertar


Abrió los ojos lentamente, a penas conseguía ver sus oscuras manos en el interior de aquella cueva. En la más absoluta oscuridad en la que se hallaba, atisbó un débil haz de luz al final del túnel, como pudo se arrastró entre las mohosas piedras que poblaban el suelo, no le importaban los arañazos que se hacía ni el interrogante dolor que cubría todo su cuerpo. Sólo le importaba salir al exterior.

La tenue luz de la avanzada tarde devolvió algo de fuerza a nuestro protagonista, con esfuerzo y paciencia consiguió mantenerse en pie y comenzó a arrastrar los pies hacia la corta playa que había frente a él.
Al acercarse, se dio cuenta de dos siluetas que deambulaban alrededor de una hoguera botella en mano y dando gritos. Mientras se acercaba a ellos se dio cuenta de que sin ropa, y en las condiciones en las que se hallaba sería complicado hablar amigablemente con ellos, además estos podrían ser los responsables de su despertar en la cueva. Así, decidió dar media vuelta y buscar otro sitio al que ir, pero era demasiado tarde.
-¡Eh tu…! ¡Hip! – Gritó una de las embriagadas siluetas que se divisaban en la orilla.

Rápidamente intentó reaccionar e hizo un intento de huir a toda prisa mientras sendos borrachos corrían botella en mano hacia su objetivo. Sin embargo, lejos de su alcanzar su meta, los hombres corrían zigzagueando y tropezándose en la arena mientras el recién despertado huía a paso lento, pero seguro, hacia un pequeño bote que descansaba sobre la arena, la adrenalina recorría sus venas y consiguió alcanzar el bote a tiempo, entre tanto la pareja luchaba contra la resbaladiza arena que para ellos no dejaba de dar vueltas y hacerles caer. Tiró del bote hacia la orilla con toda la fuerza que manaba de sus cansados músculos.

El agua ya acariciaba la deteriorada madera del barquito y los remos se movían sin prisa avanzando hacia una diminuta isla con una palmera que parecía flotar sobre el mar, estaba realmente cerca, pero las condiciones en las que se hallaba dificultaban enormemente la tarea, cada remada le costaba fuertes pinchazos en los hombros, pero él no se detenía.
Se lanzó fuera del bote en cuanto la punta de este hubo tocado el suelo de la isla. Tumbado en la arena mientras el suave viento soplaba cada centímetro de su piel y cada músculo le daba las gracias por haberse detenido acabó sumido en un profundo y reparador sueño para el mañana que le esperaba, un sinfín de dudas y preguntas sin respuesta le asaltarían.
Pero no te preocupes, antes de ir tras ellas nuestro protagonista debe descansar un poco, ¿No crees?

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