domingo, 10 de febrero de 2013

Una mala borrachera quizás


Decidido a saber quién le había dado por muerto en esa cueva, nuestro protagonista embarcó de nuevo y remó y volvió a remar hasta alcanzar la playa que cubría el horizonte.
Aunque él no lo recordaba, ya había estado ahí, el olvido había borrado cualquier rastro de memoria anterior al despertar de la cueva. Sin pistas, sin ropa, con un solo objetivo, aquí empieza la aventura de nuestro amnésico protagonista.


Recorriendo la playa con la mirada, pudo distinguir un perrito de color claro y agradable, sentado en la arena. Era extraño, el sabueso movía la cola entretenido observando una piedra, una simple y solitaria piedra.

Nuestro hombre también se acercó a mirar la piedra interesado, sinceramente, como tú, me gustaría saber qué tenía esa piedra o qué tornillo andaba suelto en el cerebro de ambos, pero prefiero saltar directamente a lo interesante.

Inexplicablemente el guardia se negaba rotundamente a abrir las puertas. Al parecer no estaba bien visto que un perro y su amo desnudo pasearan por la ciudad.

-He dicho que no voy a abrir y no voy a abrir ¿Te queda claro?
-Me queda claro maldito calvo, ahora dime donde voy a conseguir ropa si no me dejas pasar.
-¿Maldito calvo? Vuelve a la cloaca en la que te enseñaron esos modales antes de que acabe contigo.
-No se de dónde vengo, solo recuerdo haberme despertado en una cueva.
-Vaya perdona, parece que en algún momento te he hecho pensar que me importa algo tu vida, lárgate.
-Creo que eres tu el que no me ha entendido, no tengo nada que hacer excepto pasar por esa puerta. Así que esperaré hasta que me abras.- Y se sentó cómodamente en el suelo arenoso.

Pasado un rato largo, apareció por el camino un leñador de espalda ancha y brazos musculosos, lo típico. Detuvo su carretilla junto al protagonista.

-¿Qué haces ahí tirado?
-Solo estoy haciendo tiempo, ya que no me deja pasar.
-No puedo autorizar el paso a gente sin ropa, órdenes del gobernador.- Replicó el guardia.
-¿Y de dónde va a sacar la ropa si no puede entrar?
-No es mi problema, solo hago mi trabajo.
-¿De dónde dices que vienes?- Preguntó interesado el leñador.
-Desperté ayer en una cueva sin recordar nada.
-Una mala borrachera quizás.- Añadió el guardia.

El forzudo giró pensativo hacia el guardia.
-No es el primero que aparece así, ¿Verdad?
-¿A qué te refieres?- El guardia cruzó los brazos incómodo.
-No recuerdas hace unos años…
-No recuerdo nada, ambos sabemos lo que esto significa.
-Ya, a nadie le gusta la gente sin pasado.
-¿Qué estáis diciendo?- Dijo el nudista amnésico mientras se levantaba.
Guardia y leñador se miraron en silencio.
-La gente de aquí no se acerca a los que son como tú.
-¿Negro?
-¿Cómo que negro? ¿Qué clase de persona temería un color? Yo hablo de tu pasado, lo que temen es que no lo tengas, o más bien quién te lo quitó, o porqué te lo quitó.
El guardia escuchaba mirando hacia otro lado.
-¿Y eso por qué?
-Nunca lo he sabido, tampoco me preocupa. Vas a tener que inventarte un pasado si quieres estar por aquí.
-También necesitaré ropa…
-Está bien, me has convencido, deja de insistir. No se porqué pero me caes bien. Yo te daré un pasado y ropa, pero tendrás que trabajar para mí talando arboles.
-¿Y por qué tu no me temes?

-Porque tengo un hacha.
-Trato hecho entonces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario