miércoles, 27 de febrero de 2013

El Leñador



No me gustaría aburrirte con anécdotas poco sustanciales, así que resumiré lo ocurrido diciendo que la pareja de leñadores pasaron unos días en el bosque talando y cargando troncos en la carretilla. Así estuvieron un tiempo hasta que un buen día, volviendo cargados de madera…

-Bueno, pues tu trabajo conmigo ha acabado, puedes quedarte la ropa prestada y te daré algo de plata por la ayuda, ¡no la malgastes!

-Gracias compañero, ¿Conoces alguien que pueda ayudarme con lo mío?
Tras pensar unos segundos, el leñador respondió.

-La verdad es que si vas por ahí preguntando a la gente por tu pasado lo más seguro es que acabes muerto, o en el calabozo.

-Entonces, ¿Qué propones?

-Buscar un trabajo y construirte un futuro, a veces tenemos que dejar ir al pasado.

-Debo encontrar al que me hizo esto…

-¿Venganza es lo que buscas? – Preguntaba el leñador mientras apilaba los troncos.

-Está claro que el que me dejó allí me quería muerto.

El perro canela correteaba delante de ellos sacando la lengua y babeando, es poco interesante, pero me gustan los perros, además seguro que hace algo a lo largo de la historia.
Secándose el sudor de la frente, el grandullón suspiró y respondió a nuestro olvidadizo amigo.

-Está bien hermano, supongo que no soy quién para juzgarte o detenerte, ve a ver a mi amigo “El Búho”.

-¿Sabrá algo de mi pasado?

-Seguramente no, pero no tienes muchas opciones.

-Siempre hay opciones amigo mío, ¡Sobre todo para alguien que no sabe dónde ir!

-Me gusta tu manera de pensar, le caerás bien a ese chiflado.- Contestó el leñador entre risas.

-Que bien me cae la gente que me recomienda ir a ver amigos chiflados que seguramente no sepan nada.- Respondió nuestro protagonista colocando el último tronco.

-¡Tu ironía y mi hacha empezarán a llevarse bien y no mueves el culo!

-Tranquilo gorila, es hora de irme. ¡Nos vemos!

-¡Buena suerte! Por cierto, encontrarás la tienda del Búho en el mercado, ¡Es la única tienda abierta por la noche!

domingo, 10 de febrero de 2013

Una mala borrachera quizás


Decidido a saber quién le había dado por muerto en esa cueva, nuestro protagonista embarcó de nuevo y remó y volvió a remar hasta alcanzar la playa que cubría el horizonte.
Aunque él no lo recordaba, ya había estado ahí, el olvido había borrado cualquier rastro de memoria anterior al despertar de la cueva. Sin pistas, sin ropa, con un solo objetivo, aquí empieza la aventura de nuestro amnésico protagonista.


Recorriendo la playa con la mirada, pudo distinguir un perrito de color claro y agradable, sentado en la arena. Era extraño, el sabueso movía la cola entretenido observando una piedra, una simple y solitaria piedra.

Nuestro hombre también se acercó a mirar la piedra interesado, sinceramente, como tú, me gustaría saber qué tenía esa piedra o qué tornillo andaba suelto en el cerebro de ambos, pero prefiero saltar directamente a lo interesante.

Inexplicablemente el guardia se negaba rotundamente a abrir las puertas. Al parecer no estaba bien visto que un perro y su amo desnudo pasearan por la ciudad.

-He dicho que no voy a abrir y no voy a abrir ¿Te queda claro?
-Me queda claro maldito calvo, ahora dime donde voy a conseguir ropa si no me dejas pasar.
-¿Maldito calvo? Vuelve a la cloaca en la que te enseñaron esos modales antes de que acabe contigo.
-No se de dónde vengo, solo recuerdo haberme despertado en una cueva.
-Vaya perdona, parece que en algún momento te he hecho pensar que me importa algo tu vida, lárgate.
-Creo que eres tu el que no me ha entendido, no tengo nada que hacer excepto pasar por esa puerta. Así que esperaré hasta que me abras.- Y se sentó cómodamente en el suelo arenoso.

Pasado un rato largo, apareció por el camino un leñador de espalda ancha y brazos musculosos, lo típico. Detuvo su carretilla junto al protagonista.

-¿Qué haces ahí tirado?
-Solo estoy haciendo tiempo, ya que no me deja pasar.
-No puedo autorizar el paso a gente sin ropa, órdenes del gobernador.- Replicó el guardia.
-¿Y de dónde va a sacar la ropa si no puede entrar?
-No es mi problema, solo hago mi trabajo.
-¿De dónde dices que vienes?- Preguntó interesado el leñador.
-Desperté ayer en una cueva sin recordar nada.
-Una mala borrachera quizás.- Añadió el guardia.

El forzudo giró pensativo hacia el guardia.
-No es el primero que aparece así, ¿Verdad?
-¿A qué te refieres?- El guardia cruzó los brazos incómodo.
-No recuerdas hace unos años…
-No recuerdo nada, ambos sabemos lo que esto significa.
-Ya, a nadie le gusta la gente sin pasado.
-¿Qué estáis diciendo?- Dijo el nudista amnésico mientras se levantaba.
Guardia y leñador se miraron en silencio.
-La gente de aquí no se acerca a los que son como tú.
-¿Negro?
-¿Cómo que negro? ¿Qué clase de persona temería un color? Yo hablo de tu pasado, lo que temen es que no lo tengas, o más bien quién te lo quitó, o porqué te lo quitó.
El guardia escuchaba mirando hacia otro lado.
-¿Y eso por qué?
-Nunca lo he sabido, tampoco me preocupa. Vas a tener que inventarte un pasado si quieres estar por aquí.
-También necesitaré ropa…
-Está bien, me has convencido, deja de insistir. No se porqué pero me caes bien. Yo te daré un pasado y ropa, pero tendrás que trabajar para mí talando arboles.
-¿Y por qué tu no me temes?

-Porque tengo un hacha.
-Trato hecho entonces.

lunes, 4 de febrero de 2013

El Despertar


Abrió los ojos lentamente, a penas conseguía ver sus oscuras manos en el interior de aquella cueva. En la más absoluta oscuridad en la que se hallaba, atisbó un débil haz de luz al final del túnel, como pudo se arrastró entre las mohosas piedras que poblaban el suelo, no le importaban los arañazos que se hacía ni el interrogante dolor que cubría todo su cuerpo. Sólo le importaba salir al exterior.

La tenue luz de la avanzada tarde devolvió algo de fuerza a nuestro protagonista, con esfuerzo y paciencia consiguió mantenerse en pie y comenzó a arrastrar los pies hacia la corta playa que había frente a él.
Al acercarse, se dio cuenta de dos siluetas que deambulaban alrededor de una hoguera botella en mano y dando gritos. Mientras se acercaba a ellos se dio cuenta de que sin ropa, y en las condiciones en las que se hallaba sería complicado hablar amigablemente con ellos, además estos podrían ser los responsables de su despertar en la cueva. Así, decidió dar media vuelta y buscar otro sitio al que ir, pero era demasiado tarde.
-¡Eh tu…! ¡Hip! – Gritó una de las embriagadas siluetas que se divisaban en la orilla.

Rápidamente intentó reaccionar e hizo un intento de huir a toda prisa mientras sendos borrachos corrían botella en mano hacia su objetivo. Sin embargo, lejos de su alcanzar su meta, los hombres corrían zigzagueando y tropezándose en la arena mientras el recién despertado huía a paso lento, pero seguro, hacia un pequeño bote que descansaba sobre la arena, la adrenalina recorría sus venas y consiguió alcanzar el bote a tiempo, entre tanto la pareja luchaba contra la resbaladiza arena que para ellos no dejaba de dar vueltas y hacerles caer. Tiró del bote hacia la orilla con toda la fuerza que manaba de sus cansados músculos.

El agua ya acariciaba la deteriorada madera del barquito y los remos se movían sin prisa avanzando hacia una diminuta isla con una palmera que parecía flotar sobre el mar, estaba realmente cerca, pero las condiciones en las que se hallaba dificultaban enormemente la tarea, cada remada le costaba fuertes pinchazos en los hombros, pero él no se detenía.
Se lanzó fuera del bote en cuanto la punta de este hubo tocado el suelo de la isla. Tumbado en la arena mientras el suave viento soplaba cada centímetro de su piel y cada músculo le daba las gracias por haberse detenido acabó sumido en un profundo y reparador sueño para el mañana que le esperaba, un sinfín de dudas y preguntas sin respuesta le asaltarían.
Pero no te preocupes, antes de ir tras ellas nuestro protagonista debe descansar un poco, ¿No crees?